lunes, 12 de agosto de 2013

Vermeer y la música

Ayer me recordó un amigo que en la obra de J. Vermeer había cuadros relacionados con la música que me iban a venir bien para mi colección, y que en la actualidad, la National Gallery de Londres ofrece, entre el 26 de junio y el 8 de septiembre de este año, una exposición sobre el tema: "Vermeer and Music: Love and Leisure in the Dutch Golden Age".

Me encanta Vermeer (ya sé que no estoy descubriendo nada nuevo), y nunca viene mal repasar, de vez en cuando, la totalidad de su obra. Dicho así, parece mucho, pero en realidad, sólo se trata de treinta y cinco óleos reconocidos, y dos de dudosa autoría. El canon de su obra se puede comprobar en esta página, la más completa sobre el pintor neerlandés.

Las referencias a la música no son sólo habituales en la obra de Vermeer, sino en la pintura flamenca. En los retratos realizados por encargo, los pintores usaban instrumentos o libros de partituras para sugerir la posición social de la persona retratada. También se usaban en los cuadros de vanidades, o simplemente en alegorías de la música. La grandeza de Vermeer, que expresó en lienzos de pequeñas dimensiones, fue su incursión en escenas domésticas, de extrema cotidianidad... y el uso fascinante de la luz.

La primera obra que se conserva con referencia a la música es La lección de música interrumpida, datada entre 1658 y 1661. Se encuentra en mal estado de conservación, pero se puede apreciar el cuerpo de una cítara sobre la que reposan unas partituras.


La lección de música, también conocido como Dama tocando la espineta [o virginal] y caballero (1662-64) se corresponde con la etapa de mayor brillantez del autor. También se puede ver una viola de gamba en el suelo. El virginal es un instrumento de teclado, parecido al clave, aunque más pequeño. Al cerrarse, parece un mueble de ropa alargado. No tiene patas, por lo que era fácil de transportar y podía colocarse sobre cualquier mesa para ser interpretado. El que aparece en la obra es un virginal flamenco. Solía decorarse con papel pintado y a menudo lo adornaba un lema. El del cuadro de Vermeer reza: "La música es compañera de la alegría y medicina para los dolores".


En la siguiente obra, Mujer con laúd (1662-64), vuelve a aparecer una viola de gamba en el suelo. Como en el anterior, y en otras obras del pintor (El concierto, Mujer sentada tocando la espineta), este hecho adquiere una especial relevancia. Es un instrumento que aguarda en silencio, en espera de que venga alguien a recogerlo. En este cuadro, esto se acentúa más aún por la actitud de la mujer, que está afinando el laúd (no tocándolo) mientras mira por la ventana, tal vez esperando a ese "alguien" que vendrá a tomar la viola de gama para hacer música juntos.


La siguiente obra, Muchacha con flauta (1665-70), es desconcertante. Por una parte, el dibujo de la boquilla de la flauta no aparece en el mismo eje de los demás agujeros de la misma. Además, el dedo que se apoya sobre el pequeño instrumento no aparecía en la composición original de Vermeer, y posiblemente, la flauta tampoco. La singularidad del cuadro, con el sombrero chino por una parte, y la discutible autoría de la flauta, no ha quedado aún resuelta: la controversia sobre la identidad de la joven, su posible ascendencia oriental, el lamentable estado de conservación del cuadro, su carácter inacabado, la cantidad de manos ajenas que pudieron intervenir en él...


El concierto (1663-66) representa a tres personas, una mujer que toca el clave, un hombre de espaldas tocando la tiorba (instrumento similar al laúd, pero de mayores dimensiones) y a la derecha una mujer cantando, con una partitura en las manos. En el suelo, una viola de gamba y sobre la mesa, una cítara (este instrumento también aparece en el ya mencionado La lección de música interrumpida, La carta de amor y en Dama bebiendo con un caballero (también conocido como La copa de vino). Por desgracia, esta obra fue protagonista del robo de arte más famoso en los Estados Unidos. Ocurrió en el Museo Isabella Stewart Gardner (Boston), en la mañana del 18 de marzo de 1990, cuando unos ladrones disfrazados de policías entraron y se llevaron, además del cuadro de Vermeer, tres obras de Rembrandt, un Manet y otras obras de gran importancia.


La carta de amor (1667-70) representa a una muchacha que toca el cistro, no un laúd. Vistos de frente tienen un gran parecido, pero la caja del cistro es plano y no en forma de pera como el laúd. Además, se tocaba con un plectro (en esta época, el laúd se interpretaba con los dedos), sus cuerdas estaban hechas de metal (y no de tripa, como el laúd) y su sonido, por lo tanto, no era tan nostálgico. Tenía un sonido más brillante y colorido, con mayor contraste, en sintonía con el tema tratado en el lienzo: la carta que la mujer recibe de la persona con la que mantiene una relación ilícita, idea reforzada por la zapatilla tirada en el suelo en primer plano y la escoba, como indicando que las tareas domésticas están descuidadas. La contraposición del tema tratado en los lienzos del fondo refuerzan esta idea: la escena familiar de la pintura superior y la escena de aventuras marítimas de la pintura inferior.


La guitarra se estaba popularizando en el siglo XVII. Su sonido, de mayor resonancia que el del laúd, venía a representar la modernidad, frente a la idea sofisticada de la música que representaba el laúd. Así, en Mujer tocando la guitarra (1670-72), Vermeer se aproximaba a los nuevos tiempos con un ejercicio de proeza técnica en el dibujo del instrumento.


Los últimos tres cuadros tienen como protagonista nuevamente el virginal. La autoría del primero de ellos, Mujer joven sentada al virginal (ca. 1670) ha sido puesta en duda por algunos críticos. Parece ser que se ha decidido añadirlo al canon del artista, aunque con la advertencia de que algunas partes han sido retocadas.


No todos los críticos consideran Dama al virginal (1670-73) un pendant de Mujer sentada tocando el virginal (1670-75), aunque la temática es muy parecida, las fechas coincidentes y ambas tienen un tamaño similar. El arte de Vermeer de esta última etapa, a pesar de pinceladas notables, parece estar más estereotipado que en años precedentes. Sus cuadros se vuelven más esquemáticos, tal vez motivado por la penuria económica que tuvo que sufrir los últimos años de su vida.


Sería absurdo no terminar esta entrada sin darle sonido, al menos, a uno de estos instrumentos. He pensado que el Lachrimae Pavan, el conocido aire de John Downland, puede ser una buena opción. En versión del clavicordista Colin Tilney, e interpretado en un virginal flamenco construido en Amberes en 1580. Este tema se presenta con los arreglos que hicieran William Byrd y Giles Farnaby para ser incluido en el Fitzwilliam Virginal Book, un tesoro musical del Renacimiento tardío y principios del Barroco.


CATEGORÍAS: Arte, Pintura, Música

8 comentarios :

  1. Qué información tan relevante, información necesaria para enriquecernos en el conocimiento del arte, gracias Enrique, genial entrada y las imágenes son fantásticas!

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    1. A ti por la visita y comentario, Álex. Las imágenes hablan por sí solas, aunque seguro que el soporte digital le quita el 95% del mérito.

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  2. Creo haber visto alguno de estos cuadros, en Londres y en AMsterdam.... me suenan mucho... y Vermeer me llamo mucho la atención; como fueron tantas pinacotecas y tantos cuadros al final nos hacemos un lio, eso si, el museo Van Gogh no se me olvidará nunca.

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    1. Qué envidia, Carlos, poder verlo en directo. En ambos sitios hay Vermeer, efectivamente.

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  3. Los Vermeer que vi en la exposición de la National son los cuatro últimos que pones en tu entrada, hasta ahora no había visto en directo más que el que hay en el Louvre y la experiencia ha merecido bien la pena, es curioso cómo este autor con tan poca obra (y tan dispersa) ha pasado por un olvido total hasta ser rescatado no hace tanto por la crítica.

    La entrada es estupenda, por la selección y por la cantidad de información útil y relevante, qué gusto pasar por tu blog para seguir encontrando tantas maravillas.

    Un saludo

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    1. Yo sólo he visto el del Louvre, y te envidio por esa escapadita a Londres.

      En cuanto a su olvido, pienso en Georges de La Tour, otro ejemplo sangrante. O Bach, por salirnos del estrecho margen de la pintura.

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  4. Muchas gracias por esta entrada, yo hice una sobre Vermeer hace muy poco en mi blog:

    http://simonzabell.com/blog/life-in-the-camera-obscura/

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