viernes, 15 de abril de 2016

Ricardo I de Bayreuth

Retomo la lectura del libro de Alex Ross, El ruido eterno (2009), que comenzó aquí. De la primera parte del libro, intitulada La edad de oro, ya comentamos aquel multitudinario estreno de Salome (1905), la escandalosa ópera en un solo acto de Richard Strauss, que iba a marcar la música escénica del siglo XX. El corazón latía en Viena. 

Pero retrocedamos unos años... a la ciudad bávara de Bayreuth. En 1876, a las puertas del nuevo siglo, un sexagenario Richard Wagner era el centro del universo. Se estrenaba por primera vez el ciclo completo de El anillo del nibelungo. En ningún otro lugar, el mundo de la cultura, no sólo la musical, iba a recibir tan fuerte sacudida. Liszt (suegro de Wagner) y Chaikovski se conocieron allí. Tampoco se perdieron el evento Saint-Saëns, ni Grieg, ni Bruckner. Musicalmente, el uso de disonancias y la escasez de acordes consonantes supondrían un punto de ruptura con la tradición tonal. Ningún romántico anterior se había atrevido a llegar tan lejos. Sus ideas musicales se convertirían en una fina lluvia que iba a empaparlo todo en las décadas siguientes. ¿Sólo las musicales? No: antisemitas y ultranacionalistas se iban a sentir atraídos por su pensamiento político; aunque también los liberales, con Banville a la cabeza, que lo veían como un demócrata; y el círculo de bohemios en torno a Baudelaire; y un entusiasta y joven Nietzsche; y el activismo afroamericano; y el feminismo; y ¡hasta el sionismo!

Wagner era plenamente consciente de su grandeza, pero también de que su arte tenía los días contados. Él representaba el summum del siglo XIX, pero esta grandeza era también su mal. Bayreuth quedó como un reducto de su música. Allí se había construido un teatro, el Bayreuther Festspielhaus, donde durante cuatro días seguidos de aquel verano del 76 se representaron las cuatro óperas que componen el ciclo de El anillo. Un teatro a la medida de su música, regentado por él mismo; y después de su muerte, por su familia. Un teatro que continúa representando las óperas de Wagner (conocidas en su conjunto como "el canon de Bayreuth") hasta nuestros días.

Ya sé que escuchar la totalidad de las óperas del canon excede cualquier recomendación sensata. Pero creo que, al menos, hay que darle una oportunidad a sus preludios/oberturas. Ponen en juego los diferentes leitmotivs que acompañarán a los personajes a lo largo del drama, por una parte; por otra, constituyen piezas de concierto con suficiente autonomía para ser apreciadas como una unidad; por último, nos acercan a más de cuarenta años de magistral composición e instrumentación del compositor alemán. Los únicos preludios que no cumplen la condición son, precisamente, los del Anillo. Esto reduce el número a seis. Elegid el que más os guste (pero no os olvidéis de Tannhäuser, tampoco de Tristan und Isolde; ni de Lohengrin; ni...).



El libro de Ross, sin embargo, pretende "escuchar" el siglo XX. ¿Por qué Wagner entonces? ¿Por qué, después de introducirnos en el siglo con la Salome de Strauss, dar este paso atrás? ¿Es que hay algo más que la mera influencia musical que los compositores de una generación producen en la siguiente? Su influencia en Strauss y Mahler sí, es obvia, y al fin y al cabo son estos dos compositores los que iban a marcar el nuevo tempo del siglo. ¿Pero hay rastros de Wagner en Schönberg? ¿También en los menos devotos de su música como Rachmaninoff? Por más que el siglo XIX parezca perpetuarse en el fuerte irreductible de Bayreuth, ¿la música francesa no había encontrado en Ravel, Debussy o Satie nuevos paladines? ¿Y Puccini? ¿No parecen sus óperas contrarias a los dramas wagnerianos?

Wagner sonará en la Alemania nazi, sí, y también en Israel. Un 7 de julio de 2001, cuando un valiente Daniel Baremboim preguntó a la audiencia si querían escuchar a Wagner. Aquí la noticia. Y sonó... entre abucheos y aplausos (los más). Sí, Wagner forma parte del "ruido" del siglo XX. Definitivamente.

Os dejo con esta galería dedicada al compositor. Su mirada ¿refleja la grandeza de su música, o la miseria de sus ideas antisemitas? Porque ambas son inseparables...

Rudolf Eichstaedt, Richard Wagner am Flügel (posterior a 1871)
Rudolf Eichstaedt, Richard Wagner am Flügel (posterior a 1871)

Cäsar Willich, Porträt Richard Wagner (ca. 1862)
Cäsar Willich, Porträt Richard Wagner (ca. 1862)

Franz von Lenbach, Richard Wagner (ca. 1882)
Franz von Lenbach, Richard Wagner (ca. 1882)

Franz von Lenbach, Portrait of Richard Wagner (antes de 1895)
Franz von Lenbach, Portrait of Richard Wagner (antes de 1895)

Pierre-Auguste Renoir, Portrait of Richard Wagner (1882)
Pierre-Auguste Renoir, Portrait of Richard Wagner (1882)

Enlazo aquí un par de lecturas que me han resultado interesantes:

Sobre el pintor Lenbach

Acerca de "El judaísmo en la música, de Richard Wagner"








6 comentarios :

  1. Impresionante estudio, Enrique...!!! Por supuesto desde la ignorancia del tema puedo al menos expresar mi admiración y gratitud por tu trabajo que me lleva a descubrir tantos aspectos que desconocía. Debo apuntar que la música de Wagner nunca fue una de mis preferidas, quizá por ese viso de contundencia que la recorre. Saludos

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    1. Gracias. Wagner puede ser contundente, en cierto sentido, pero también profundamente delicado. No olvides Tannhäuser o Parsifal para descubrirlo.

      Saludos ;)

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  2. Todos los días aprendemos un poco mas. Para mi, Wagner, es... Apocalissis Now, cuando en el cielo navegan los helicópteros sonando a todo trapo "la cabalgata de las Valquirias"...

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    1. Bueno, no puedo negar que esa imagen es imborrable también para mí, jeje.

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  3. Recuerdo que en mis años jóvenes mis amigos y yo nos organizábamos maratones wagnerianos. Teníamos la versión de la Tetralogía por Solti, todavía recuerdo las portadas de los álbumes de Sir Arthur Rackham, nos íbamos al apartamento de la playa de uno del grupo y nos pasábamos el día completo de sesión de Wagner a toda pastilla, ¡panda de frikis! jejeje

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    1. Totalmente, jajaja. Aunque me temo que no ibais a ser los únicos... Recuerdo unas cuantas sesiones de Tristán e Isolda. Y de ciclos no wagnerianos también, claro. También bebíamos de otras drogas ;)

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