martes, 10 de junio de 2014

El toro, litografías

Pablo Picasso (1881-1973) realizó, en torno a la Navidad de 1945, una serie de once litografías que se han convertido en una referencia clásica a la hora de comprender los procesos creativos de su autor en el paso de un dibujo naturalista a una obra abstracta. Las once litografías fueron realizadas a partir de una única piedra y suponen un ejercicio de desarrollo progresivo de la forma del toro, desde la impronta naturalista primitiva hasta el hallazgo de las líneas esenciales que conforman a la bestia.

El toro ha sido para el pintor malagueño un referente constante a lo largo de su vida, hallando en él un símbolo nacionalista (a veces, posiblemente fascista); una alusión al triunfo de la bestialidad sobre la humanidad; connotaciones sexuales primigenias asociadas a la virilidad; e incluso, en su estadio mítico como Minotauro, un alter ego del artista.

Hay quien ha visto cada lámina de esta serie como un estadio de la propia evolución de Picasso a través de los distintos movimientos a los que se le asocia. Siguiente esta interpretación, en la primera lámina encontraríamos ecos de su etapa prefauvista, mientras que las siguientes seguirían su evolución de la etapa azul, cubismo (a partir de la lámina 4), esquematización geométrica y primitivismo. Pero a mí me sigue pareciendo que en esa primera lámina hay más de pintura rupestre que de arte de vanguardias, y la sucesiva esquematización responde al desarrollo artístico del arte prehistórico en su cómputo global. Tiene todas las cualidades de esa intencionalidad artística de nuestros antecesores: el carácter mágico y ritual, a través de su depuración. Llegar al alma de la bestia a partir de un proceso analítico de sus formas.

Por mi parte, no considero que esta serie sea la búsqueda, en el aspecto pictórico, de la pincelada primitiva y tampoco que admita una lectura regresiva. O dicho de otra forma: hay primitivismo en todo, pero sí hay una evolución. Una evolución sustancial, hay una búsqueda de la esencia.

Quiero ver, en esta fijación por la representación del toro, algo parecido a la intención de algunos impresionistas (Monet a la cabeza, pero también Pissarro y otros) pintando, una y otra vez, el mismo motivo. Era una pintura obsesiva, donde el motivo pasaba a un segundo plano y donde la captación de la luz se volvía una experiencia mística.

No la luz, pero sí la pincelada infantil, podía ser la clave de esta búsqueda de Picasso.


El toro, lámina 1 (5 de diciembre de 1945)
Aguada de tinta litográfica sobre piedra, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
En esta primera lámina, el toro está pintado con un trazo vivo, muy intuitivo y espontáneo, con contornos muy desdibujados. Veo en él rasgos rupestres, identificando al animal como una parte del todo divino al que se quiere dar caza y cuya alma se invoca.


El toro, lámina 2 (12 de diciembre de 1945)
Tinta litográfica y pluma trabajada, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
Esta segunda lámina está más cargada de tinta y acentúa los rasgos expresivos de la bestia. Pronto, esta disección expresiva quedará abandonada en los estadios posteriores, pero guardamos en la retina la mirada triste del animal, tal vez su abatimiento.


El toro, lámina 3 (18 de diciembre de 1945)
Raspador, pluma y tinta litográfica, estampada sobre papel vitela Arches
Imposible no acordarse aquí del famoso rinoceronte de Durero. Músculos y esqueleto dan fuerza al toro, y son estas líneas de fuerza las que servirán a su posterior diseccionado.


El toro, lámina 4 (22 de diciembre de 1945)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
A mí esta lámina me recuerda mucho a aquellos pósteres que había en las carnicerías del barrio, donde se identificaban las diferentes piezas en las que el carnicero cortaba el cadáver de la vaca. Ya se entrevé la descomposición cubista y el rostro se convierte en máscara, influencia del arte africano.


El toro, lámina 5 (24 de diciembre de 1945)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
En esta lámina se inicia un proceso de estilización del toro, eliminación de ciertos detalles realistas y borrado de algunas secciones del toro, a la vez que se acentúan algunas líneas que dotan al animal de una férrea estructura interna. En especial, esa atrevida línea blanca que atraviesa al toro de forma diagonal, de forma paralela al lomo, uniendo la parte superior de su cabeza con los órganos genitales.


El toro, lámina 6 (26 de diciembre de 1945)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
En esta lámina ya han desaparecido los últimos detalles naturalistas, y nos encontramos con el primer animal puramente abstracto. Contraposición de secciones claras y oscuras, con abundancia de triángulos compositivos. Parece un castillo de naipes, en difícil equilibrio, donde algunas secciones ya han sido sustituidas por meros trazos (patas traseras, cabeza). Pareciera frágil de no ser por ese juego de líneas que sirven de soporte estructural.


El toro, lámina 7 (28 de diciembre de 1945)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
Finalmente, algunas líneas parece que han cumplido alguna misteriosa función en desarrollos anteriores y ahora han sido desdibujadas o borradas. Queda aún patente el problema del reparto de peso del toro entre las partes posterior y anterior.


El toro, lámina 8 (2 de enero de 1946)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
Personalmente, no encuentro una evolución entre esta lámina y su precedente. Más bien parecen ser soluciones parciales al mismo problema del equilibrio estructural, resuelto en la siguiente lámina de forma más satisfactoria.


El toro, lámina 9 (5 de enero de 1946)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
A mi modo de ver, la eliminación del contraste de claroscuros dilucida la tensión del reparto de peso entre la parte delantera y trasera del toro, ya reducido a líneas esenciales y donde la cabeza está resuelta como un divertimento. La única tonalidad oscura de la composición se encuentra en los genitales que, en vez de desequilibrar el conjunto y provocar nuevas tensiones, sirve para enfatizar el elemento viril del animal.


El toro, lámina 10 (10 de enero de 1946)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
En esta penúltima lámina, se dan por zanjadas las propuestas compositivas del animal. Se han localizado las líneas más esenciales, se han resuelto algunas de las que planteaba la lámina anterior. Especialmente, me parece bien planteada la cabeza, que elimina el nuevo juego de líneas planteado a partir de la lámina 8 y recupera esa resolución de líneas fundamentales de la lámina 6.


El toro, lámina 11 (17 de enero de 1946)
Pluma y raspador, estampada sobre papel vitela con filigrana Arches
Finalmente, el toro. Un simple esquema  que imposibilita la eliminación de cualquiera de las líneas restantes. El toro que, sin alguna de esas líneas, ya no sería toro. Pero que, aun siendo un toro esencial, deificado, nunca ha dejado de proyectar, en ninguna de sus evoluciones, sombras sobre el suelo que pisa.


En: Arte

6 comentarios :

  1. Wowww... solo te falto colgar la foto de un Miura !!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, habría que preguntarle a Picasso en qué ganadería se inspiró para pintar su toro ;)

      Eliminar
    2. Jajaja...y el toro de Osborne, tan típico en los paisajes españoles...

      Eliminar
  2. Bueno, y ahora fuera de bromas, me ha gustado el estudio del toro que has expuesto. Muy bien definido y realmente se percibe esa búsqueda de la esencia, tal y como nos guías, saludos!!

    ResponderEliminar
  3. El toro, el símbolo, la forma y su significado..Tan plástico como nuestro y Picasso interpretando un pueblo..Y si, estoy con Sonia, si no hubiera leído su comentario el mío habría sido el mismo jeje Ande anda el de Osborne? tiene su peso..Saludos Enrique y demás..

    ResponderEliminar
  4. Me encantan estos ejercicios que hace Picasso, esta serie en particular es una prodigiosa muestra de su versatilidad. Tabucchi titulaba un ensayo dedicado a Pessoa "Un baule pieno di gente", Picasso podría también ser descrito mediante esa metáfora, es como si fuera varias personas a la vez que hablan distintos lenguajes plásticos, y sí que hay algo de sagrado, de representar al modo mágico que operaba el artista-chamán prehistórico, tanto en las primeras como en las últimas versiones hay un como recuerdo el arte rupestre, sea el más expresionista de Altamira, sea el más sintético arte levantino.
    Genial! Un saludo ;-)

    ResponderEliminar