El mundo de la animación está tan encorsetado en el 3D que, a excepción de la propuesta japonesa, parece que todo lo demás (bidimensionalidad o stop-motion) está abocado a la discreción comercial (por no llamarlo fracaso) o, en su defecto, a triunfar en los festivales. Es una lástima que esto sea así. Primero, porque parece que el gasto se lo lleva el apartado técnico (y descuidan TODO lo demás). Segundo, porque se crea una norma (que sólo los productores y distribuidores entienden) de que el mejor producto es el más vendible. Y cuando aparece la palabra "vender" todo se vuelve torpe: desde clasificar las películas por edades (lo que invalida el concepto de animación para adultos), hasta gastar una ENORME cantidad de dinero en mercadotecnia, dinero que no revierte en la calidad de la cinta, sólo en su envoltorio.
Además, precisamente ahora que, tras la decisión de Miyazaki de retirarse definitivamente de la dirección de películas (que posiblemente sea seguido por su amigo Takahata, que no ha encontrado en su última película el suficiente respaldo económico como para darle a la Ghibli esperanzas de un futuro mejor y, digámoslo así, tiene los suficientes años como para jubilarse con los mismos honores); decía, pues, que precisamente ahora que el mundo de la animación va a perder uno de sus más claros estandartes de calidad en cuanto a la animación se refiere, más desesperada se vuelve la búsqueda de alternativas al competitivo y encorsetado mercado estadounidense, que abusa de ofrecer productos de dudosa calidad artística con una intachable factura en el apartado técnico. Que no digo que no tenga cosas buenas, pero se venden con el mismo envoltorio que las malas, y claro, en situaciones de ambigüedad el producto de peor calidad siempre gana.
En un panorama como éste, más se alegro de encontrar películas como la que hoy me ocupa. Primero, porque nos acerca al mundo de la miniatura medieval, lo que, para los admiradores de este anónimo y terco arte medieval, conlleva un placer añadido. Segundo, porque nos envuelve en las leyendas que explican el origen de la concepción del libro de Kells, indiscutible tesoro nacional irlandés. Concretamente, nos sitúa en torno al año 800, en el inicio de las incursiones vikingas en el norte de Gran Bretaña.
En este sentido, la representación de los vikingos ha sido vista como simplista y maniquea en exceso. Sin duda, se olvidan que el punto de vista del narrador no es imparcial... ¡Se trata de un monje del monasterio! ¿Cómo quieren que viera a los vikingos? ¿Como unos educados chicarrones del norte de largos cabellos rubios e penetrantes ojos azules?
Aparte de cierta crítica simplista, que ve en la película mucho "aparato" y un guión simple (!), o cierta indeterminación a la hora de "fijar" su público (podríamos responder que quien busca un público se desencuentra a sí mismo, aplicando una lógica muy sencilla), la película tiene de todo lo que debe tener para contentarme: un diseño atractivo, música celta empleada con buen criterio, ritmo enérgico y equilibrado, referencias pictóricas al art nouveau (os dejo a continuación, de muestra, la obra de Mucha) y a la miniatura medieval, también a Klimt...
Antes de dejaros con la película, podéis disfrutar el libro de Kells gracias a la edición digital que el Trinity College presentó en marzo de 2013 (haciéndolo coincidir con la festividad de San Patricio), pinchando en este enlace (tarda un poco en cargar). Y ahora sí, la película...
Además, precisamente ahora que, tras la decisión de Miyazaki de retirarse definitivamente de la dirección de películas (que posiblemente sea seguido por su amigo Takahata, que no ha encontrado en su última película el suficiente respaldo económico como para darle a la Ghibli esperanzas de un futuro mejor y, digámoslo así, tiene los suficientes años como para jubilarse con los mismos honores); decía, pues, que precisamente ahora que el mundo de la animación va a perder uno de sus más claros estandartes de calidad en cuanto a la animación se refiere, más desesperada se vuelve la búsqueda de alternativas al competitivo y encorsetado mercado estadounidense, que abusa de ofrecer productos de dudosa calidad artística con una intachable factura en el apartado técnico. Que no digo que no tenga cosas buenas, pero se venden con el mismo envoltorio que las malas, y claro, en situaciones de ambigüedad el producto de peor calidad siempre gana.
En un panorama como éste, más se alegro de encontrar películas como la que hoy me ocupa. Primero, porque nos acerca al mundo de la miniatura medieval, lo que, para los admiradores de este anónimo y terco arte medieval, conlleva un placer añadido. Segundo, porque nos envuelve en las leyendas que explican el origen de la concepción del libro de Kells, indiscutible tesoro nacional irlandés. Concretamente, nos sitúa en torno al año 800, en el inicio de las incursiones vikingas en el norte de Gran Bretaña.
En este sentido, la representación de los vikingos ha sido vista como simplista y maniquea en exceso. Sin duda, se olvidan que el punto de vista del narrador no es imparcial... ¡Se trata de un monje del monasterio! ¿Cómo quieren que viera a los vikingos? ¿Como unos educados chicarrones del norte de largos cabellos rubios e penetrantes ojos azules?
Aparte de cierta crítica simplista, que ve en la película mucho "aparato" y un guión simple (!), o cierta indeterminación a la hora de "fijar" su público (podríamos responder que quien busca un público se desencuentra a sí mismo, aplicando una lógica muy sencilla), la película tiene de todo lo que debe tener para contentarme: un diseño atractivo, música celta empleada con buen criterio, ritmo enérgico y equilibrado, referencias pictóricas al art nouveau (os dejo a continuación, de muestra, la obra de Mucha) y a la miniatura medieval, también a Klimt...
Buchenwald I (Gustav Klimt, 1902) |
Four Seasons (Alfons Mucha, ca. 1895) |
Antes de dejaros con la película, podéis disfrutar el libro de Kells gracias a la edición digital que el Trinity College presentó en marzo de 2013 (haciéndolo coincidir con la festividad de San Patricio), pinchando en este enlace (tarda un poco en cargar). Y ahora sí, la película...
En: Cine, Arte
El manuscrito del libro de Kells me ha encantado, es una fantástica idea que se "digitalicen" esas obras maestras y están a disposición de todo el mundo. De lo poco que he podido ver de la peli, deja un grato sabor de boca, a ver si hago un hueco y la visualizo entera.
ResponderEliminarun saludo Enrique
Pues tienes este tesoro "is a stone's throw away", no deberías perder la ocasión. Además, me darías una envidia sanísima ;)
EliminarBuscare un hueco, antes de volver me quedare un par de días en Dublin e ire al Trinity, ya me he informado y creo que no dejan hacer fotos, cahisssss....
EliminarMejor te lo traes directamente, jejeje.
EliminarDesgraciadamente es así, las grandes maquinarias de hacer dinero (llámense productoras o lo que sea) ya no miran por las historias, los guiones o la originalidad, se mira la pasta, y la capacidad de arrastras hordas de niños con sus padres a ver "la de dibujos". Y si tienen ganancias, entonces está bien. Siempre echaremos de menos a Miyazaki.
ResponderEliminarUn saludo.
Pd. El cartel de la cuatro estaciones me encanta, quedaría de miedo en mi casa, jejeje
Pues yo me llevaría con gusto el de Klimt, fíjate, jejeje.
EliminarEn cuanto a la animación, no voy a negar que no esté viviendo una época dorada, pero está tan encorsetada a "su" público que apenas nos llegan productos de calidad o, cuanto menos, diferentes.